sábado, 14 de mayo de 2011

Del crimen, el castigo y el nihilismo


De vez en cuando, cojo una obra y me llevo la agradable sorpresa de que contiene muchos matices filosóficos, una carrera que estuve cerca de hacer. Eso hace que adquiera importancia, que lea con más gusto, y que reflexione.
Cogí “Crimen y Castigo” porque decidí que los autores rusos merecían una segunda oportunidad. Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que todo el libro es un soterrado planteamiento del nihilismo.
Con el nihilismo, aunque ignoro el orgullo, tengo prejuicio. Tengo prejuicio porque, si bien entiendo lo que quiere decir, jamás he compartido sus ideas. Hablando en plata, os diré que Nietzsche me parece desde siempre un egocéntrico y arrogante y tengo la sospecha de que eso de acabar hablando con un caballo es el resultado final de un tumor cerebral que le acompaño toda su vida, puesto que soy incapaz de explicarme cómo pensaba algunas de las cosas  este hombre.
Tal vez sea que lo mío es crear y no destruir. O que mis principios éticos y religiosos, o mi educación, o quizá mi carta astral me impidan compartir estas ideas. Pero que queréis que os diga, eso de que el bien y el mal no existen, y sobre todo, lo de que hay personas extraordinarias y el resto nos podemos ir a pescar bacalaos al Sahara me parece pretencioso además de partidista.
Dostoievski, como he dicho, plantea el nihilismo. Y fíjate que en un primer momento parece estar a favor. Plantea el nihilismo en un artículo en el que, básicamente dice, que gente extraordinaria como Napoleón consiguió los éxitos que consiguió por pasarse la moral por el forro de sus napoleónicas pelotas. Afirma ladinamente que el progreso del mundo ha sido llevado a cabo por estas personas “extraordinarias” que, consiguiendo ignorar la moral inherente al ser humano, actúan a pesar de las consecuencias.
Y sin embargo, Dostoievski construye el libro en base a dos problemas fundamentales de esta teoría: El primero es ¿Cómo saber qué persona es extraordinaria, según estos parámetros? Un defensor nihilista puede considerarse extraordinario pero ¿acaso lo es? ¿Acaso el querer ignorar la moral significa poder hacerlo? La lógica, las ideas, los principios, pueden guiar una idea. Pero la repercusión somática del mismo puede ser importante. Se suele decir, con razón, que el que duerme por las noches es aquel que tiene la conciencia tranquila. En la década de los 90 surgió el estudio de la inteligencia emocional. La lógica pura no lo es todo.
La segunda idea que se plantea es ética: ¿Existe un bien y un mal? Los nihilistas afirmarían que no. Y a partir del nihilismo han salido escuelas de vida vacías y egoístas como el hedonismo y el utilitarismo, partiendo también de la idea de que el individuo sólo se debe preocupar de sí mismo.
¿Dónde quedarían para un nihilista la solidaridad, la cooperación para el desarrollo, las fundaciones, los misioneros, los donantes? ¿Qué mundo le queda a un nihilista, aparte del que está en la punta de su nariz?
Nietzsche tuvo su repercusión. No solo en literatura y en filosofía. No solo en la sociedad y en las escuelas. También en la política, pues sus ideas, malinterpretadas eso sí, fueron aplicadas por los nazis. Y en muchos se fraguó la idea de que debían ser cual lobo estepario. Ese es el pensamiento de la mitad del mundo ahora. La otra mitad, como yo, comprendemos que debemos hacer lo que debemos hacer, como dijo Kant. Cuestión de bandos, supongo. Para mí sí existen el bien y el mal. Para mí, estoy en el correcto.

Miguel de la Asunción

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