domingo, 1 de mayo de 2011

Lo que yo llamo “romanticismo quinceañeril”.


Cuando uno nace en una casa que, rompiendo todas las estadísticas, quintuplica por lo menos el número de libros que duermen en ella, se habitúa a leer de todo. Ya desde pequeño acostumbraba a decírmelo mi madre: “Tienes que leer de todo, nunca puedes juzgar un libro simplemente por la portada”
El caso es que, como las palabras de una madre son sabias, uno hace caso y está acostumbrado desde pequeño a leer hasta los prospectos de los medicamentos. (Por cierto, si un tranquilizante te puede producir insomnio, diarrea, migraña, malestar, picores… que alguien me diga cómo es capaz de tranquilizar a alguien)
Total, que leyendo y leyendo diversos volúmenes, al final se llega a los autores contemporáneos. Y en un momento dado, aunque creas que nunca lo vas a hacer, acabas con una saga de ese moderno género que yo he dado en llamar “Romanticismo Quinceañeril”
Visto el tratamiento vampírico, este tipo de libros también se conocen por “Como hacer que Bram Stoker se revuelva en su tumba” o también “Antes los vampiros sucumbían al Sol. Ahora prefieren la purpurina”
Tras leer un par de historias de estos libros, he llegado a una conclusión: O los actuales quinceañeros son abiertamente estúpidos, o el romanticismo ha evolucionado mucho desde mi época y estoy muy viejo.
En serio, algunas de las características de este romanticismo quinceañeril son decididamente para mear y no echar gota. Ella siempre es una zorra que está buenísima, no es consciente de su belleza, pero ¡eh! Siempre hace dieta o intenta cuidarse, porque si pasa de 60 kilos no puede protagonizar el libro. Un buen modelo a seguir.
¿Y qué decir de él? Siempre es un macarra rebelde atormentado por su pasado que está cerrado al mundo y se niega a abrirse ante los demás hasta que la ve a ella y PUM! Se convirtió en Chocapic.
Por supuesto, no todo es tan fácil, claro. Siempre tienen un par de escenas de “que si”: que si no podemos estar juntos para darle intriga al libro. Que si hay otra persona, que si somos de distintos mundos, que si en principio me resultas muy atractivo pero no me gusta tu carácter, etc, etc.
Y eso por no hablar de las expresiones que se usan. Quiero decir, uno lee cosas como “Y le miró por debajo de las pestañas” ¿Y qué quiere decir eso? ¿Qué le miró sin sacarse los ojos?
Pero bueno, sinceramente, no me molestaría tanto todo esto, porque entiendo que hay libros que no son de mi estilo, si no fuera por la repercusión. Es que desde Crepúsculo ha sido todo de lamentable para arriba.
Cuando uno lee gilipolleces como que la venta de cremas solares se ha disparado porque las quinceañeras histéricas quieren tener la piel blanca como los de Crepúsculo… o lo de que últimamente adonde mires en el sur pintadas por la calle que pongan “Tengo ganas de ti” “Buenos días princesa” y demás, porque desde Moccia hay que ser graffitero para ser romántico… pues se le cae el alma a los pies, que queréis que os diga.
En fin, que el otro día, mi prima de 14 años se estaba empezando a leer “Tres metros sobre el cielo”, una vez que despreció sin ojear siquiera “Cumbres Borrascosas”. Miedo me da como pueda salir.
Y por cierto, si queréis leer algo de romanticismo algo más serio, hay una larga lista de libros como “El Amor en los tiempos del cólera” (G.G.Márquez) “Alas Rotas” (Khalil Gibran) “Rio Sagrado” (Wilbur Smith) “Un ángel para Emily” (Jude Deveraux) o los clasicazos romanticos (Cumbres Borrascosas, Orgullo y Prejuicio, etc.)

Miguel de la Asunción

1 comentario:

  1. Jajaja tremendo. Pero también tengo que decir que por muy lamentables que sean, por muy mal escritos que estén, la dura realidad es que son entretenidos (así como para aguantar un lunes en el metro sin asesinar al señor raro que ronca en tu hombro) y muy fáciles de leer lo que ha conseguido que muchos chavales lean. Que no es poco.

    ResponderEliminar