martes, 3 de mayo de 2011

Siéntelo libre.


raya. vacío. raya. vacío. raya. vacío. como las líneas de una carretera. como la velocidad de los coches conducidos por cerebros comidos por el tiempo. allí estaba ella. raya. vacío. raya. vacío. caminaba en medio de dos asfaltos, entre una manada de ruedas desgastadas. dudaba si quedarse en la línea imaginaria o cruzar a la acera de los vencidos. ¿qué era lo fácil? detener el tiempo... o detenerse en el tiempo... no lo sabía. raya. vacío. raya. vacío. raya. no se conocía, le picaban los pies, tenía los cascos puestos con la música que le llenaba el cuerpo de escalofríos, y se puso a llover, y se puso a cantar, y se puso a gritar, a chillar, a sangrar, a suplicar. era tanta la indiferencia que tenían hacia ella que no sabían ni que existía. ella se disfrazaba de fantasma, pero seguía caminando por las pequeñas señales pintadas de blanco de la carretera. a contracorriente, siempre a contracorriente. raya. vacío. raya. y se iba acercando al principio, queriendo llegar al final,... no dejaba de caminar, y se encendió un cigarrillo para apagarlo con la lluvia. es increíble ver como desaparece el humo cuando eres tú quien lo provoca. raya. vacío. raya. se puso de rodillas, inclinó su cuello hacia el cielo, buscó estrellas por todas las esquinas de su noche, pero no existían, al menos en su propio cielo. raya. vacío. vacío. vacío. vacío... nada. vacío.

Klaudia Castillo

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