martes, 31 de mayo de 2011

Los Arrabbiati

Ejecución de Girolamo Savonarola en 1498 en la Piazza della Signoria

Hace un mes, tuve la suerte de poder asistir a una charla que Vargas Llosa dio en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid. El genial literato, preguntado por los revolucionarios, los rebeldes, vino a expresar su admiración por ellos. Si no fuera por los rebeldes, decía, por los inconformistas, la sociedad no habría avanzado.
Sí, sé que es curioso que a mí, la persona más tibia del planeta, la menos revolucionaria, me llame la atención esta frase de Vargas Llosa. Y sin embargo, le entiendo perfectamente. Y de hecho, no mucho después de esta charla surgió la Spanish Revolution.
Como buen madrileño, de cuerpo y de corazón, me he pasado por Sol un par de días. Me he sentido parte de la multitud, he gritado con ellos, he comido allí, he elevado pancartas. He sido parte de los indignados, pues, a pesar de no haber sufrido aún los abusos de los poderosos, sé que estos se cometen.
Un lema de tantos oídos allí me hacía mucha gracia. Los revolucionarios que tomaron Sol se llaman a sí mismos los indignados. Y se supone que cuando hablas de los indignados tienes que conocerles, como si ellos fueran los primeros en la historia irritados contra la gestión del poder.
Ninguno recordará, puesto que fue hace seis siglos (Allá por 1496), el régimen de Girolamo Savonarola. Este dominico fue un ejemplo de lo que hoy conocemos como fundamentalista religioso, de los de manual podríamos decir. Un puritano que creía que su libre albedrío no consistía solamente en controlar sus actos sino también los de sus vecinos.
Por eso, cuando tomó el poder en Florencia con la expulsión de los Médici, a los que era contrario, impuso un estricto régimen. Perseguía la homosexualidad ante todo, contra la depravación, el lujo, el alcohol, el juego. Se hizo especialmente conocido por encender las “Hogueras de vanidades” a las que los ciudadanos debían arrojar todos sus objetos pecaminosos, entre los que se encontraba cualquier utensilio que sirviera simplemente para alabar la vanidad humana. Incontables cosméticos, obras de arte, y lo que es peor, libros, fueron reducidos a cenizas. La gente quemaba sus objetos por miedo a lo que les podía pasar si no lo hacían y sus vecinos les delataban.
El caso es que, como siempre, una facción de gente que no estaba de acuerdo con el gobierno de Savonarola surge en Florencia. Los llamados Arrabbiati (enfurecidos, enojados, alguno lo traduciría por indignados) Al principio se ignoraban sus quejas, después fueron derrotados en las calles y muchos tuvieron que huir.
Pero los Arrabbiati desplazaron sus ideas con ellos, su descontento con su líder. Y supieron esperar su oportunidad. El inevitable enfrentamiento del austero Savonarola contra los Borgia, sobre todo el papa Alejandro VI, paradigma de una vida de excesos, llevó a que en 1498, apoyados por las fuerzas papales, los Arrabbiati consiguieran su objetivo.
Por desgracia, y una vez conseguido el poder, el único detalle que tuvieron los Arrabbati fue no arrancarle el brazo derecho a su depuesto gobernador para  que pudiese firmar su arrepentimiento tras dos días de tortura, justo antes de quemarle vivo junto a sus seguidores.
Los Arrabbiati triunfaron e instauraron la república, el paradigma de la democracia tras haber estado sometidos. De hecho uno de los principales poderosos en aquella época fue Maquiavelo. Y sin embargo, en estos años el gobierno florentino fue el modelo de los abusos de autoridad, de la legitimación de la conveniencia política. Hasta que intervino el ejército español y restauró en el poder a los Médici, era insostenible la república de Florencia.
Con esto quiero decir que la indignación a veces nubla el juicio. Que aunque las reclamaciones sean juiciosas, también tiene que haber espíritu cooperativo una vez se consiguen restaurar las libertades. Que no somos los primeros, ni seremos los últimos, en estar disconformes de cara al sistema. Que en definitiva, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Si al final llegáis a algo, indignados, recordad esto y sed moderados, actuad con juicio y con temple. Aunque vosotros estéis también arrabbiati, no dejéis que la ira nuble vuestro entendimiento.
Miguel de la Asunción

2 comentarios:

  1. Curiosa comparación; tal vez no del todo acertada, ya que los enfurecios tenían un único enemigo y una sola sede (el convento de San Marcos) contra quien combatir, y los indignados pretenden cargarse todo una sistema..pero aun así no es mala comparación.

    Buen artículo.

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  2. Eso de que pretendemos CARGARNOS todo un sistema es un decir, queremos cambiarlo que no hacerlo desaparecer, sino adecuarlo a los tiempos que corren y convertirlo en un sistema justo y no es la panacea de ladrones y mentirosos que es actualmente. La palabra "cargarse" no es la adeucada.

    Tuca

    ¿Quién eres?

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