domingo, 8 de mayo de 2011

La Generación perdida

El otro día leí un artículo en el “Qué!”, en el que se hablaba de “Generación Perdida”  al insinuar que nuestra generación tenía pinta de ir a vivir peor que sus padres. No parece ser un artículo muy optimista o muy halagüeño para con el futuro, pero desde hace un tiempo ninguno lo es.
El caso es que yo, de natural optimista y convencido de que todo esto pasará al ser la economía una ciencia cíclica, me puse a pensar en estas opiniones que tenían sobre nuestra generación. Y me pusieron un documental sobre la globalización, en el que, os resumo, se acusaba al FMI y a los bancos de ser la lacra de los tiempos modernos.  ¿Es esto un pensamiento nuevo? Parece serlo. Las hordas de hippies y manifestantes que se lanzan a la calle para protestar por un futuro que aún no conocen creen que son los primeros en estar preocupados por los días venideros.
Sin embargo yo, ávido lector de la real Generación Perdida, sé de buena tinta que no es así. De hecho, mi escritor favorito (Con permiso de Gabriel García Márquez) es un miembro de esta generación, como es John Steinbeck. Y reflexionando sobre todo esto me acordé de que ya en 1939 algunos tenían estas ideas.
“Las uvas de la ira”, capítulo V, os lo puede contar mejor que yo: “Y todos se sentían atrapados en algo que les sobrepasaba. Unos despreciaban las matemáticas a las que debían obedecer, otros tenían miedo, y aun otros adoraban las matemáticas porque podían refugiarse en ellas de las ideas y los sentimientos. Si un banco o una compañía financiera eran dueños de las tierras, el enviado decía: el Banco, o la Compañía, necesita, quiere, insiste, debe recibir, como si el banco o la compañía fuera un monstruo con capacidad para pensar y sentir, que les hubiera atrapado. Ellos no asumían la responsabilidad por los bancos o las compañías porque eran hombres y esclavos, mientras que los bancos eran máquinas y amos, todo al mismo tiempo. Algunos de los enviados estaban algo orgullosos de ser los esclavos de señores tan fríos y poderosos. Se quedaban sentados en los coches y daban explicaciones. […]Y los enviados explicaban el mecanismo y el razonamiento del monstruo que era más fuerte que ellos. Un hombre puede conservar la tierra si consigue comer y pagar la renta: lo puede hacer.
Sí, puede hacerlo hasta que un día pierde la cosecha y se ve obligado a pedir dinero prestado al banco. Pero, entiendes, un banco o una compañía no lo pueden hacer porque esos bichos no respiran aire, no comen carne. Respiran beneficios, se alimentan de los intereses del dinero. Si no tienen esto mueren, igual que tú mueres sin aire, sin carne. Es triste pero es así. Sencillamente es así. No podemos depender de eso. El banco, el monstruo necesita obtener beneficios continuamente. No puede esperar, morirá. No, la renta debe pagarse. El monstruo muere cuando deja de crecer. No puede dejar de crecer.”

¿Impactante, verdad? Pero fijaos en lo más curioso. El contexto en el que Steinbeck habla de esto, es, en la Gran Depresión, con las masivas migraciones de los pequeños productores agrícolas. Cómo les sustituye la tecnología, cómo tienen que malvivir y apañar demasiada fuerza de empleo para poco trabajo.

Pero la Gran Depresión terminó. Y sin embargo, el monstruo muere cuando deja de crecer. ¿Cómo alimentar a los bancos? Tal vez yo no os lo pueda explicar detenidamente. No soy un experto, ni mucho menos, en Relaciones Internacionales, ni en macroeconomía. No podría deciros por qué las deudas externas de los países siguen siendo lastres de su crecimiento pese a los “planes de ajustes” del Fondo Monetario Internacional. Ni podría deciros por qué, en pleno siglo XXI, en países con gran potencial como Argentina parece mantenerse el antiguo sistema de terratenientes, al conservar un escaso 20% de la población más de la mitad del PIB.

Permitidme remitiros de nuevo a “Las uvas de la ira” cuando dice aquello de “Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.
No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar.”

La Generación Perdida era una serie de escritores desilusionados, desencantados, alguien que de joven también miraba con más miedo que vergüenza al futuro. Ellos lucharon por lo que creían con el arma más importante que tenían: la palabra.

De lo que sí entiendo y os puedo hablar es de literatura. Todos los autores de este grupo tenían algo en común: la fe, pese a todo, en la humanidad. La necesidad de la persecución de un mundo humanizado.

Y por ello me alegro de que aun a día de hoy se hable de una generación perdida. Eso, si bien puede ser despectivo en algunos aspectos, puede significar también que tenemos esperanza, que tenemos corazón además de razón. Que en el fondo las ideas de Steinbeck, y de Faulkner, y de Hemingway, siguen vivas. Que tan capaces somos de armar una Fiesta en París como de sacarnos de dentro el Ruido y la Furia. Que a la larga, aunque los nuestros sean Sueños de Invierno, nos vale un pequeño hueco Al Este del Edén. Pero necesitamos mantenerlo. Necesitamos al hombre.

Miguel de la Asunción

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